jueves, 15 de diciembre de 2011

No más secuestrados


Es verdad, es triste que hayan muerto tantos colombianos como fruto del secuestro para que uno se sienta removido por una situación tan atroz. No es que no nos lo hubiéramos cuestionado antes, sino que hay dramas frente a los que nos sentimos impotentes, y eso llega a convertirse en un narcótico; como si, con el tiempo, se aceptara con cierta resignación.

Estamos terminando el año de los indignados, en el que muchas organizaciones en el país se valieron de esa consigna para realizar grandes manifestaciones a lo largo de los días para presionar al Estado a que gestione cambios a favor de sus intereses, y eso es legítimo; por eso, algo similar debería inventarse para hacerle sentir a la guerrilla que es la sociedad entera la que repudia el secuestro. Es obvio que no tenemos los mecanismos para bloquear a la guerrilla de la forma como se entorpece la vida de una ciudad para presionar un cambio, pero no quiere decir que no puedan idearse. Lo que necesitamos es una presión moral, mucho más que una estrategia militar o política.

Yo no soy experto, pero no creo que en las actuales condiciones los secuestrados sean una carta de la guerrilla para buscar un canje. Tampoco deberían ser parte de las exigencias del gobierno para buscar una negociación política. Me parece que los alcances políticos que tiene la guerrilla con personajes como Piedad Córdoba o Hugo Chávez hacen que cualquier proceso de negociación se alargue indefinidamente, independientemente de las bajas a los cabecillas.

Esto no puede seguir siendo un asunto entre el gobierno y la guerrilla. Es la sociedad civil la que debe transmitir un mensaje a la guerrilla: este no es más un asunto del conflicto colombiano. No pretendo cuestionar la obligación que tiene el Estado de procurar la liberación de estas personas, pero no podemos desconocer el contexto que enmarca ese propósito. Para una persona que lleva tantos años secuestrada, el riesgo no puede ser más el de morir por cuenta de una falla táctica. Si la responsabilidad de liberar a los secuestrados es del Estado, entonces el Estado somos todos y tenemos que entender qué significa eso y de qué manera el gobierno queda, de alguna manera, subordinado a la responsabilidad de los ciudadanos, porque los ciudadanos quedamos obligados a comprometernos.

Lo que está en juego, aparte de la libertad de los secuestrados, es la fortaleza y la cohesión de nuestras instituciones cívicas, de nuestros cuerpos intermedios. No se trata de organizar marchas, pero sí de convocar a las fuerzas institucionales de la sociedad (diferentes de los poderes tradicionales) para que transmitan un mensaje claro y contundente a la guerrilla: los secuestrados no son una estrategia de la guerra. No importa cuáles sean las razones: los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad, el tiempo que llevan en cautiverio, el dolor de sus familiares, o todas las anteriores, el mensaje es uno: exigimos su liberación. Estamos en la era de las comunicaciones y ya hay iniciativas en ese sentido (www.colombiasoyyo.org). Hay que proponer otras. Es perfectamente posible.